Una reflexión en frío
Han pasado más de diez días desde el incendio en la Sierra de la Culebra y un manto de tristeza y frustración se ha extendido sobre todos los trabajadores del sector forestal. Desde estas líneas y desde el monte queremos mostrar nuestro apoyo a todas las personas de la sierra que están sufriendo tanto.
La Sierra de la Culebra es un territorio emblemático para el mundo forestal. Un espacio montañoso, que se proyectó hacia el futuro gracias a las repoblaciones iniciadas a mediados del siglo pasado, y la recuperación de la vegetación y fauna asociada, logrando así fijar población. Porque un monte que se aprovecha genera beneficios en la zona, que rápidamente se reinvierten en un sinfín de actividades convergentes. Junto a los aprovechamientos madereros surgieron los micológicos, la caza, actividades deportivas como el senderismo, cicloturismo, turismo rural y de naturaleza, avistamiento de fauna y en especial del lobo ibérico, etc.
Y eso ha sido y seguirá siendo la Sierra de la Culebra: un ejemplo de desarrollo rural asociado al monte.
Un incendio catastrófico en junio
En Zamora, la época de mayor riesgo siempre ha sido septiembre. Sabemos que el dispositivo no estaba totalmente desplegado, pero los medios eran equivalentes o superiores a los de plena campaña de hace 25 años. Sin embargo, este incendio nos ha sorprendido (¿seguro?) en junio, con una intensidad fuera de lo común, convirtiéndose en el mayor incendio de la historia de nuestra comunidad: 30.800 ha.
En un incendio de esta magnitud se toman muchas decisiones erróneas entre las mil que hay que tomar en medio del estrés que produce la escasa información y las condiciones cambiantes. El mayor riesgo es no saber qué hacer y caer en la inacción y en este incendio mucha gente se ha jugado la vida. Por suerte no tenemos que lamentar la pérdida de vidas humanas, solo miles de sueños e ilusiones que esas sí, han desaparecido para siempre.
Y es que, si el riesgo es proporcional a la superficie y el presupuesto a la población, basta un análisis rápido del presupuesto del dispositivo de extinción para entender nuestra realidad. En Castilla y León el presupuesto es menor que el de la Comunidad de Madrid, comunidad diez veces más pequeña; la mitad que el de la Comunidad Valenciana, con la tercera parte de superficie; y un tercio del de Andalucía, con menos superficie que Castilla y León.
El presupuesto total de nuestra comunidad es el que es. La cuestión entonces es: ¿se deberían trasladar partidas presupuestarias de servicios como sanidad, educación o servicios sociales para la “conservación del medio natural”? Porque podemos reclamar más dinero en inversiones públicas, pero ¿existe la conciencia ciudadana de la importancia que tiene nuestro territorio forestal?
Sabemos bien que sin inversión al final solo nos quedan los lamentos y las declaraciones de “zona catastrófica” como se conoce comúnmente a las zonas afectadas gravemente por emergencias de protección civil (ZAEPC). Este lunes, 27 de junio el Consejo de Ministros ha acordado esta declaración para a Riofrío de Aliste y Ayoó de Vidriales (Zamora). Esto, al menos, supondrá una ayuda en su reconstrucción, pero el problema estructural subyace y las muestras de solidaridad y apoyo son solo una manera de contener un problema con medidas de urgencia que, a la larga, se cronifica sin solución de continuidad.
Más calor y menos agua
Sorprende que todavía se cuestione la evidente relación entre el cambio climático y lo que sucede en nuestro territorio, cuando cualquier agricultor o forestal ve como la cosecha y el riesgo de incendios se adelanta muy sensiblemente. Este es un factor que solo está empezando y que va a ir a más, pero que a corto plazo y a nivel local no podemos abordar, aunque cada uno tengamos que poner nuestro granito de arena.
La única solución: gestión activa del territorio
Lo que sí podemos reclamar es un planteamiento serio de nuestro territorio. Somos la mayor comunidad forestal y tenemos que asumir esta especificidad sin complejos. Solo mediante una gestión decidida de este gran activo es posible encontrar soluciones.
En Castilla y León en 50 años se ha duplicado la superficie arbolada, y multiplicado por tres las existencias de biomasa (en el caso de Zamora, por seis). La región mesetaria (cerealista y ovejera) de los poemas de Manuel Machado ya no existe.
Este incremento del bosque y de sus productos es una enorme oportunidad. Solo la industria de madera de primera transformación factura en la comunidad más de 1.000 millones de euros, más que el sector del vino, por ejemplo. Hay otros muchos subsectores (resinas, setas…) y otros vinculados al sector terciario y al turismo en actividades de senderismo, caza, etc. de muy difícil cuantificación, pero de indudable importancia económica.
Pero no es solo una oportunidad, también es un riesgo. Incendios como el de la Sierra de la Culebra lo demuestran, y hay muchos más ejemplos.
Hablamos de fomentar la ganadería extensiva, pero tomamos medidas en sentido contrario, por ejemplo:
- España ha hecho una apuesta clara por la ganadería intensiva con una interpretación torticera de la normativa comunitaria (RAE, torticero: que no se ajusta a la ley ni a la moralidad). Puede tener sentido económico en un territorio mediterráneo que no puede competir con los verdes prados franceses u holandeses, pero nos aboca cada vez más a tener un territorio inmanejable.
- Sistemáticamente se han considerado las superficies arboladas y de matorral como no admisibles para pastos (CAP=0) cuando son las tierras que han alimentado la ganadería mediterránea.
- Resulta imposible mantener una sanidad animal razonable de acuerdo con los estándares fijados si el ganado convive con fauna silvestre. Por no hablar del lobo, del que por otra parte también nos sentimos muy orgullosos.
- No se ha ido, hemos echado al ganado del monte. Y lo echamos en falta.
Hablamos de un reparto más acorde a la realidad de nuestro territorio de la PAC y los PDR.
- En una Comunidad con un sector agrario fuerte y bien estructurado, pero con una superficie forestal superior al 50%, de las ayudas del programa de desarrollo rural únicamente el 11% (menos del 2% del total de la PAC) se destinan a programas forestales. Es la comunidad con menor porcentaje de financiación forestal en el PDR de entre las que tienen una mínima importancia forestal. El reparto está hecho y las Consejerías afectadas lo dan por cerrado. Nosotros no.
Como señalábamos antes, las existencias de madera (resulta más moderno llamarlas biomasa, pero hablamos de lo mismo) en los bosques castellanos y leoneses se ha multiplicado por tres.
Y los árboles, como nos explicaban en el colegio: nacen, crecen, se reproducen y mueren. Sin embargo, la visión de una sociedad cada vez más urbana es una visión totalmente estática; un árbol parece un monumento natural que va a perdurar de generación en generación, y no es así. El árbol es un ser vivo que cuando crece necesita más espacio, agua y nutrientes, y el árbol de al lado también. Ambos compiten por la misma agua del suelo y, en años como este ya no queda, sufren estrés hídrico y se dispara el riesgo de incendio.
¿De dónde viene la madera?
Las abuelas contaban antiguamente que los niños venían de París y, a día de hoy, mucha gente parece pensar que la madera viene de Ikea. Pero, a pesar de la decepción que para algunos pueda causar este anuncio la madera viene de los bosques. Y para fabricar productos hay que cortarla. Pero tenemos una buena noticia, la madera es un producto RENOVABLE.
La sociedad tiene que entender que muchos trabajadores y muchas máquinas tendrán que sacar madera del monte y que esta actividad no solo es positiva en lo social y económico sino también en lo ecológico. Históricamente el monte más productivo en madera de Castilla y León ha sido Valsaín y es el corazón del Parque Nacional del Guadarrama.
Cortar un árbol es un delito ambiental
Este disparate tiene su origen en una desatinada interpretación de las funciones del bosque. La enseñanza escolar, desapegada de la naturaleza y del mundo rural, ha condicionado la mentalidad de la mayoría de las generaciones por debajo de 30-40 años.
Cuando se habla de gestión forestal sostenible muchos poderes públicos y el mundo urbano en general piensan que es la “no gestión forestal” lo sostenible, y eso no funciona.
Actualmente las cortas de madera en los bosques de Castilla y León suponen un tercio de su crecimiento. Tenemos cada vez más árboles y más grandes, pero esta progresión sin gestión lo único que va a provocar es el aumento de plagas e incendios.
En un momento de “transición ecológica” hay que sustituir materiales fósiles por biomateriales, el mercado está claramente incrementando la demanda de productos biológicos y la madera es el más importante de ellos. En Castilla y León se dispone en abundancia de un producto cuya demanda aumenta y cuya gestión forestal sostenible garantiza su pervivencia e incremento.
Sorprende que ahora la Unión Europea, después de declarar el gas natural y la energía nuclear como renovable, esté estudiando una propuesta para no considerar la biomasa primaria como renovable. Sería un golpe mortal a que la utilización de la leña y otras formas de biomasa contribuyan financieramente a la prevención de incendios en el área mediterránea ¿Es que solo importan los lobbys?
La gestión forestal sostenible de estas masas arboladas, muchas de ellas creadas por repoblación artificial a partir de 1950, o fruto de la regeneración natural en terrenos agrícolas abandonados, garantiza su transición hacia ecosistemas más valiosos. Pero necesitan una gestión intensa.
Todas las medidas que se puedan tomar no van a revertir la catástrofe de la Sierra de la Culebra. El territorio quemado ha dado un paso atrás de decenas de años, habrá que diseñar una reconstrucción más resiliente, pero es un territorio de vocación forestal.
No podemos verlo todo negro, ha ardido un tercio de la Sierra de la Culebra y dentro del perímetro han sobrevivido zonas arboladas. La naturaleza se recupera, un poco más rápido con ayuda, aunque para conseguir sustituir un árbol de 70 años hacen falta 70 años. En dos-tres años se lavará la cara del incendio y hay que recuperar en lo posible los usos, en particular los usos turísticos, y mantener e intensificar los aprovechamientos en los dos tercios de la sierra que no han ardido. El apoyo público que llegará estos primeros años no compensará el brutal golpe recibido, pero hay que seguir.
Y sobre todo hay que hacer todo lo posible para que no se repita. Sabemos que no va a ser fácil. Hay primero que interiorizar una nueva relación con nuestra tierra. Por eso en ForesCyL estamos comprometidos con esta nueva visión que tiene, en la GESTIÓN FORESTAL SOSTENIBLE, la clave para construir el futuro juntos.